Capítulo 7. El poder de bendecir

Bendice antes de actuar. Cómo preparar el terreno invisible.

La mayoría de los hombres actúan primero y bendicen, si lo hacen, después. Se lanzan al mundo a hacer, a resolver, a decidir, a negociar, a construir, a competir, y cuando el camino se vuelve difícil, entonces elevan una súplica, muchas veces teñida de urgencia o temor. Pero el verdadero obrero espiritual no vive así.

El verdadero discípulo del Cristo interno no comienza nada sin haber tocado el plano invisible primero. Sabe que antes de moverse en lo externo, debe sembrar en el alma. Por eso, bendice antes de actuar. Bendecir antes de actuar es preparar el terreno donde la acción echará raíz. Es quitar las piedras de la duda, las espinas del miedo, las sombras del desorden. Es declarar con autoridad “Este camino que voy a recorrer ya está alineado con el orden divino". “ Esta decisión que voy a tomar ya ha sido ungida con sabiduría". “ Este encuentro que voy a tener ya está consagrado a la paz".

Bendecir antes de actuar es más que una cortesía espiritual, es Inteligencia Divina en acción. Porque cuando bendices lo que aún no ha ocurrido, estás sembrando una vibración en el campo de la invisible, y ese campo, que siempre obedece a la Conciencia, responderá creando condiciones armoniosas, oportunidades claras, puertas que se abren sin esfuerzo.

Imagina al sembrador. ¿Saldría a plantar en tierra seca sin prepararla? ¿Lanzaría la semilla en un campo lleno de piedras? ¿Esperaría buena cosecha si no ha regado, removido y cuidado el suelo? No. Y sin embargo, el alma moderna vive así. Actúa sin conciencia, decide sin oración, se lanza sin dirección. Y luego se pregunta por qué cosecha confusión, escasez o conflicto. 

El terreno invisible es la vibración mental y espiritual previa a toda experiencia. Y tú tienes el poder de influir en ese terreno antes de moverte. ¿Cómo? Bendiciendo. Antes de una conversación importante, di: “Bendigo este diálogo. Declaro que está lleno de comprensión, claridad y buena voluntad". Antes de firmar un contrato, di: “Bendigo este acuerdo. Que refleje la Justicia Divina para todos los involucrados". Antes de salir a trabajar, di: “Bendigo este día. Me acompaña la sabiduría, la paz, la provisión perfecta". Antes de comenzar una tarea, di: “Bendigo esta acción. Que sea guiada por la Luz y que el resultado glorifique al Bien". 

Antes de cocinar, antes de escribir, antes de llamar a alguien, antes de invertir, antes de enseñar, antes de emprender, bendice. Siempre. Haz de la bendición el primer paso y verás cómo todo lo demás se acomoda como por manos invisibles.

Muchos creen que bendecir es una reacción. Pero la bendición más poderosa es la que se adelanta. Es la que actúa desde la fe, no desde la corrección. Es la que siembra antes de ver. Es la que camina diciendo “aunque no haya señales, yo sé que el terreno está preparado porque yo lo consagré". Esta forma de vivir crea una sensación de paz permanente. Ya no caminas con prisa. Ya no actúas por impulso. Ya no decides desde la confusión. Porque sabes que lo invisible va delante de ti. La bendición precede al hecho. Y cuando el hecho ocurre, lo recibe como un huésped esperado.

He acompañado almas que comenzaron a bendecir sus acciones antes de iniciarlas, y sus vidas cambiaron sin dramatismos. Empezaron a llegar los clientes adecuados. Las decisiones dejaron de ser tormento. Las conversaciones tensas comenzaron a fluir. Las puertas que antes se cerraban sin explicación, se abrían solas. No por arte de magia, sino por armonía entre lo interior y lo exterior. Esto es vivir como Hijo del Reino. No correr detrás de las cosas. Invitarlas con tu vibración. No forzar resultados. Sembrarlos con bendición. Y aun si algo no saliera como lo esperas, bendecir de antemano te dará la certeza de que todo está obrando para tu mayor bien. Porque cuando actúas desde la bendición, incluso los desvíos están guiados. Incluso los retrasos protegen. Incluso los silencios enseñan.

No hay acción tan pequeña que no pueda ser bendecida. No hay paso tan cotidiano que no merezca ser consagrado. Tu vida no necesita más velocidad. Necesita más intención. Y la bendición es eso. La intención elevada al nivel espiritual. La decisión de no moverse sin haber recordado primero. Yo soy instrumento del Bien. Y donde yo actúe desde esta conciencia. El Bien se manifestará. Vive así. Y verás que tu vida deja de sentirse como una lucha. Y comienza a sentirse como una danza. Una danza guiada, liviana, verdadera. 

Oración para preparar el terreno invisible:

Señor de toda acción. Hoy no quiero moverme desde la prisa, ni desde la costumbre, ni desde el miedo. Hoy bendigo mi camino antes de recorrerlo. Bendigo mis decisiones antes de tomarlas. Bendigo mis encuentros antes de que ocurran. Declaro que el terreno invisible de este día está lleno de Luz, de orden. de propósito, y que mi acción será semilla fecunda. En un campo ya consagrado. 

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