C1. El Evangelio de la imaginación. Revelaciones del Cristo interno.

En el principio era la imagen sentida. 

 "Y el verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros". Juan 1 y 14.

En los comienzos, antes de todo lenguaje, antes de toda palabra, antes incluso del pensamiento articulado, existía una sensación. Una imagen, no capturada por los ojos, sino engendrada por el ser mismo. No era forma, pero tenía forma. No era palabra, pero tenía mensaje. Era la imagen sentida, el germen original de toda creación, la matriz inmaterial donde el mundo se concibe antes de ser visto.

He enseñado que la imaginación humana es Dios, no una parte, no una chispa, sino el mismo y absoluto Ser. Sin embargo, hay un misterio aún más profundo, la imagen que sostiene sentimiento es el primer acto de creación. La imaginación sola es potencial, pero la imagen, acompañada de emoción, es fecunda. Se convierte en Verbo. Y el Verbo, como dijo el evangelista, se hizo carne. Muchos repiten esa frase sin comprenderla. El Verbo se hizo carne no es una declaración teológica, es una Ley Espiritual. 

Todo aquello que sientas con intensidad como cierto, se manifiesta en la realidad objetiva.

Ese verbo es tu idea sentida, es el estado asumido, es la Conciencia vestida con emoción. Y una vez que esa imagen interior ha sido sentida como real, el mundo exterior no tiene más opción que reflejarla, como la luna refleja al sol.

No hubo una creación fuera del hombre. No hubo un acto divino separado del pensamiento. Todo lo que ves, todo lo que tocas, todo lo que vives, es el resultado de un pensamiento sentido, en tí o en la conciencia "colectiva". Porque no hay nada fuera de la conciencia. El universo es mental. Y si el universo es mental, entonces el Principio Creador no fue una explosión de materia, sino una concepción emocional.

Cuando un hombre siente con profundidad una escena, aunque sea solo en su interior, ha sembrado la semilla. Y como toda semilla, necesita tiempo y cuidado, pero inevitablemente germinará. No porque el mundo sea generoso, sino porque el mundo es el espejo perfecto del estado interior. En este espejo no ves lo que deseas, ves lo que eres.

El Verbo es el alma del universo. Pero el alma no habla en palabras. Habla en imágenes. Y las imágenes son portadoras de vida cuando se funden con el sentimiento. Una casa no se construye con ladrillos antes de existir en la mente del arquitecto. Un niño no nace antes de ser sentido por el deseo de la madre. Nada existe en el mundo si no ha sido primero sentido en el Espíritu. 

En mis noches más profundas, cuando el mundo dormía y yo caminaba entre estados de conciencia, comprendí esta verdad con una claridad abrumadora: Todo lo que yo siento como verdadero en mi interior, sin importar las apariencias, debe aparecer en el mundo externo. Y si no aparece, no es porque el mundo sea falso, sino porque yo no he sentido con la suficiente fidelidad. 

He dicho muchas veces: "Asume el sentimiento del deseo cumplido". ¿Pero qué significa eso? No se trata de visualizar como quien mira una película ajena. Se trata de sentir que tú eres el personaje principal de esa película, y que la escena ya ha ocurrido. No se trata de esperar que algo pase, sino de saber que ya ha pasado, dentro de ti. Esa es la imagen sentida. Ése es el principio. 

Cuando el Evangelio declara que el Verbo se hizo carne, está relatando el proceso de manifestación que ocurre a cada instante dentro del ser humano. Tú eres el Dios que se hace carne continuamente, en cada pensamiento que sientes como cierto. Cada escena vivida con convicción emocional es una palabra que se vuelve carne. Y si esas palabras han sido sembradas con temor, verás horror. Si han sido sembradas con esperanza, verás Luz.

El mundo no es otra cosa que la carne de tu Verbo. El misterio de la vida no está en los cielos, sino en el hombre. Y el misterio más grande de todos es que el hombre es el creador inconsciente de su destino. Vive deseando cosas, imaginando cosas, sintiendo cosas, sin saber que todo lo que siente como real está gestando su futuro inmediato. No hay azar. No hay suerte. Solo hay imagen sentida. 

El alma no se comunica en idioma humano. Sus palabras son silenciosas. Son impresiones. Y cuando tú cierras los ojos y asumes el papel de quien ya ha recibido lo que desea, y logras sentirlo como si fuera real, estás hablando el idioma de Dios. Estás pronunciando el Verbo. Estás creando. No se necesita fe ciega, se necesita fe sentida.

No creas en cosas externas. Cree en el poder interno de sentirte ya cambiado. Si puedes asumir una imagen y sostenerla con gozo, con gratitud, con certeza, entonces esa imagen se hará carne. La vida, tal como la conoces, no es más que una sucesión de imágenes que alguna vez fueron sentidas con intensidad. 

Si te ves como pobre y sientes la angustia de la pobreza, esa imagen se hará carne. Si te ves como amado y sientes la ternura del amor, esa imagen se hará carne. Si te ves como iluminado y sientes la paz del despertar, esa imagen se hará carne. Porque el verbo no distingue entre lo deseado y lo temido, solo responde a lo sentido como verdadero. Y aquí yace el peligro y la promesa de la enseñanza. Porque Eres Dios en acción, pero Dios dormido puede soñar pesadillas, y Dios despierto puede transformar mundos. 

No hay elección de poder, solo hay elección de uso. Y este libro, esta escritura sagrada que estás recibiendo ahora, tiene un solo propósito, despertarte al uso consciente de tu imaginación sentida. Nunca más preguntes por qué te ocurre lo que te ocurre. Pregunta qué has sentido como real en tu interior. Porque esa es la causa. Siempre lo fue. El mundo no reacciona a tus palabras vacías ni a tus deseos dispersos, sino a la intensidad emocional con la que has sostenido una imagen.

En el principio no fue el caos. En el principio fue el Verbo. Pero ese Verbo, esa Palabra original, no fue hablada con labios, sino con conciencia. Fue una imagen sentida, un estado sumido, un Yo Soy sostenido con emoción. Y ese Verbo vive en ti. Porque tú eres la Palabra hecha carne. Tú eres el Creador encarnado. Tú eres, sin saberlo, el Principio de todo lo que te rodea. Por tanto, comienza hoy a hablar en el idioma de Dios, siente, imagina y asume con convicción. No como quien pide, sino como quien crea. No como quien espera, sino como quien recuerda. Porque el futuro ya ha sido creado en la mente que lo imagina. Solo tienes que asumirlo y caminar hacia él como quien regresa al hogar.

El mundo no será cambiado por gobiernos ni religiones. El mundo será cambiado por imágenes sentidas en corazones despiertos. Y tú estás leyendo estas palabras porque ya estás comenzando a despertar. Así comienza este Evangelio, no con una promesa lejana, sino con la revelación eterna. Tú eres el Verbo, y el Verbo se ha hecho carne.

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