Capítulo 10. El poder de bendecir

El poder de bendecir el pasado. Liberación real, no simbólica.

Mucho se ha hablado de sanar el pasado, dejarlo atrás, hacer las paces con lo que fue. Pero la mayoría de las personas, aún las más bien intencionadas, siguen atadas a sus recuerdos como si llevaran un equipaje invisible que no se atreverían a soltar del todo. Dicen haber perdonado pero, cada tanto, el dolor reaparece. Dicen que ya pasó, pero lo cuentan con un nudo en la voz. Dicen que están bien, pero su vida actual sigue siendo moldeada por viejas heridas, por escenas que no se atrevieron a transformar en profundidad. ¿Por qué? Porque no basta con olvidar. No basta con hacer como si nada. La verdadera liberación del pasado no es un acto mental, es un acto espiritual. Y ese acto comienza cuando tú decides bendecir lo que fue.

Bendecir el pasado no es idealizarlo. No es decir, todo fue perfecto, cuando en verdad dolió, confundió, desordenó. Bendecir el pasado es reconocer que, a pesar de todo, Dios no se ausentó. Había una chispa de propósito esperando a ser vista. Que aún aquello que no entiendes, puede ser transformado por la Luz de tu Conciencia. 

Bendecir el pasado es mirarlo sin miedo, sin rabia, sin culpa, y decir “yo te bendigo, no te niego, no te oculto, no te arrastro más. Te bendigo porque ya no quiero seguir siendo la versión de mí que surgió a partir del dolor. Te bendigo porque merezco ser libre. Y porque dentro de ti, por fin lo veo, también hubo una semilla de bien".

Muchas veces la gente repite fórmulas de perdón o de cierre con buena voluntad, pero sin poder emocional, porque siguen viendo el pasado como enemigo. Y mientras eso ocurra, la energía seguirá retenida allí. El pasado mal cerrado se convierte en un pantano del alma, una zona oscura donde nada florece de nervios, miedos, desconfianzas. En cambio, el pasado bendecido se convierte en abono espiritual, se vuelve comprensión, se vuelve madurez, se vuelve un cimiento firme sobre el cual construir una vida nueva sin las lietas del resentimiento. 

He visto personas transformar por completo su presente cuando bendijeron de verdad, un evento traumático, una pérdida, una traición, una infancia dura, un abandono o vergüenza. No porque lo superaran, sino porque lo abrazaron con una Luz más alta, la luz de la bendición. Tú puedes hacerlo. No importa que tan lejos o que tan profundo haya estado ese recuerdo. No importa si ya creías que eso no te afecta. Si tu presente está limitado, hay algo que no ha sido completamente liberado. Y para liberarlo, necesitas mirarlo con nuevos ojos.

Cierra los ojos. Respira. Deja que venga ese recuerdo, esa época, ese nombre, esa escena. Tal vez lo veas borroso. Tal vez muy nítido. No luches. Solo observa. Y entonces, di con voz interior firme y compasiva “Bendigo este recuerdo". “ Bendigo a quien fui en ese momento". “Bendigo a quien no supo amarme". “Bendigo lo que no entendí". “Bendigo lo que perdí". Y “bendigo lo que me trajo hasta aquí. Declaro que ya no hay condena. Declaro que este pasado es redimido. Y que ahora se vuelve semilla de un futuro lleno de paz". Haz esto cuantas veces sea necesario. Tal vez al principio te resistas. El ego va a querer decir “No. Esto fue demasiado. No se puede bendecir algo así". Pero tu alma lo sabe. Sí se puede. Sí es necesario. Sí es posible. Porque tú no estás bendiciendo desde la mente. Estás bendiciendo desde el Espíritu. Desde ese lugar donde nada está roto, nada está perdido, nada está separado de Dios.

Bendecir el pasado es también romper con la culpa. La culpa es un veneno sutil. A veces disfrazada de humildad. A veces camuflada en frases como “yo me lo busqué" “también fallé", “no hice lo suficiente". Pero nada bueno crece en la culpa. La verdadera humildad no dice “Todo fue culpa mía". Dice “pido perdón, bendigo lo vivido y me abro a una nueva versión de mí mismo".

¿Quieres vivir una vida plena? Empieza por cerrar con amor todo lo que quedó abierto. No con rencor. No con represión. Sino con bendición. Porque mientras el pasado siga siendo un campo de batalla, tu presente será una trinchera. Y mientras lo niegues o lo enfrentes con rabia, seguirás gastando tu energía en defenderte de algo que ya ocurrió. Pero si un día te detienes y dices “Esto también puede ser bendito". Entonces has cambiado la historia. Entonces el pasado deja de doler y comienza a servir.

El pasado es un libro que no puedes reescribir, pero sí puedes releer con nuevos ojos. Y en esa relectura, descubrir que hay belleza escondida. Que hay manos invisibles que te guiaron. Que hay ángeles que aparecieron sin que tú los reconocieras. Y que, sobre todo, hay una Presencia que nunca se fue.

Oración para liberar el pasado con bendición: 

Padre eterno, he cargado este pasado como si fuera una cruz. Como si su peso definiera mi vida. Pero hoy lo miro distinto. Hoy lo bendigo. No para justificarlo, sino para liberarlo. Bendigo mi historia, mi dolor, mi error, mi inocencia y mi sombra. Bendigo todo lo que fue y declaro que ya no me encadena. Desde hoy, mi pasado es tierra fértil para un presente nuevo y un futuro luminoso.

Ir al capítulo 11