C12. El Evangelio de la Imaginación. Revelaciones del Cristo interno.

 El Cielo no está lejos, es un estado. 

En la casa de mi padre muchas moradas hay". Juan 14, 2.

La religión ha pintado el cielo como un lugar remoto, una morada de luz separada por años, penitencia y muerte. Ha enseñado que sólo unos pocos elegidos, tras soportar el peso de la existencia, serán admitidos en ese Reino de Gloria. Pero el Cielo no está lejos. No pertenece al futuro. No es una recompensa. El Cielo es un estado de conciencia. Y tú puedes habitarlo ahora.

En la casa de mi padre muchas moradas hay", esa casa es tu conciencia. Es el Yo Soy, el Ser eterno que no cambia pero que se reviste de infinitas formas. Las moradas son los estados, cada estado es una habitación, un nivel vibratorio, una dimensión de existencia que tú eliges habitar con tu sentir. Y el estado que asumes, eso eres.

Hay quienes viven en estados de escasez, aunque estén rodeados de riqueza. Hay quienes moran en estados de enfermedad, aun cuando su cuerpo esté en pie. Y hay quienes han entrado en el Cielo, sin moverse de su silla, sin cambiar una sola cosa externa, solo elevando su conciencia al lugar donde todo está cumplido.

El Cielo no está después de la muerte. Está después de la duda. No se encuentra por encima de las nubes, sino más allá del miedo. El Reino de los cielos está en el ahora, en el punto exacto donde dejas de desear y comienzas a sentirte ya unido con aquello que anhelas. El Cielo es la vibración del ya es. Cuando Jesús decía el Reino de Dios está entre vosotros", hablaba con la claridad de quien conoce la Ley.

El Reino no llega con advertencia, ni se construye con las manos, se accede por medio del reconocimiento interno. Es un estado, y ese estado se elige como se elige una puerta entre muchas. Tú decides a diario en qué estado habitar. Lo haces con tus pensamientos, sí, pero sobre todo con tu sentir sostenido.

Allí donde más a menudo reside tu emoción, allí está tu morada. No importa si tu casa física es pobre, si tus circunstancias gritan necesidad, si dentro de ti vives en la imagen sentida de Plenitud, entonces vives en el Cielo. Y ese Cielo comenzará a manifestarse en lo visible, como sombra fiel de tu estado. Todo estado es legítimo, porque la Conciencia Infinita permite todas las expresiones. Pero el hombre ignorante habita las moradas más bajas y cree que es víctima de ellas. Vive en la casa del temor, en la habitación de la carencia, en el pasillo oscuro de la queja, y llama a eso su realidad. No sabe que puede mudarse. No sabe que puede decir en cualquier momento Yo Soy ahora aquello que deseo ser" y en esa afirmación cruzar el umbral hacia una nueva estancia en la Casa del Padre. 

No hay distancia entre tú y el cielo, salvo la que crea tu sentimiento de separación. No necesitas morir para vivir en plenitud. Solo necesitas morir al viejo estado y asumir uno nuevo. Porque el estado es el lugar y donde tú moras con tu emoción, allí estás verdaderamente.

He dicho muchas veces: el secreto no está en cambiar el mundo, sino en cambiar de estado". Y ese cambio no es intelectual. Es emocional. Puedes repetir afirmaciones sin efecto si no las sientes como reales, pero una sola afirmación sentida, asumida con certeza, te traslada de morada en morada. No nos hablas por palabras, sino por el cambio en tu experiencia. Quieres saber si estás en el Cielo. Observa lo que sientes como verdadero. Observa cómo caminas, cómo respiras, cómo respondes al silencio. Si estás lleno de gratitud antes de recibir, si descansas en la certeza aunque el mundo aún no lo refleje, entonces ya has entrado. Porque el Cielo no es un premio, es la resonancia de la Conciencia despierta.

En la casa del Padre, tu Conciencia, hay moradas de gozo, de libertad, de sabiduría, de Amor absoluto. Pero nadie puede forzarte a entrar. Tú eliges. Y tu elección no se hace con lógica, sino con entrega. Te entregas al estado como el río se entrega al mar, sin esfuerzo, sin duda, sin prisa. ¿Y cómo se sostiene ese estado? Con fidelidad. Con práctica. Con intención. No con lucha, sino con repetición sentida. Imaginas. Sientes. Asumes. Y cuando la duda quiere invitarte a otra morada, le dices suavemente: No. Yo ya he elegido donde vivir". Y el mundo, como sirviente del alma, comienza a traer señales, sin que las pidas. Gente, lugares, oportunidades, encuentros, todo comienza a alinearse con la vibración del Cielo que habitas. Y entonces sabes, sin lugar a dudas, que el Cielo es ahora. Que ya está en ti. Que tú Eres su entrada. 

La vida no es una prueba para ganarse el Cielo. La vida es la oportunidad constante de entrar en él. Y lo haces cada vez que decides no reaccionar al mundo, sino crear desde tu estado más elevado. El Cielo no está lejos. El Cielo no espera. El Cielo no se negocia. El Cielo se asume. Y cuando lo asumes, cuando lo sientes, cuando vives como si ya estuvieras allí, ya estás.


El Evangelio de la imaginación. Revelaciones del Cristo interno. Por Neville Goddard. 

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