C13. El Evangelio de la Imaginación. Revelaciones del Cristo interno.

La Nueva Jerusalén. El mundo reformado por el pensamiento.

Y vi un Cielo nuevo y una Tierra nueva". Apocalipsis 21:1

Cuando Juan escribe en su revelación Y vi un Cielo nuevo y una Tierra nueva", no está relatando un fenómeno futuro ni una catástrofe universal seguida por una restauración gloriosa. Lo que ha visto es el misterio que ocurre cada vez que el ser humano asume un estado nuevo con fidelidad absoluta.

La Nueva Jerusalén no desciende desde el firmamento exterior, emerge desde la Conciencia transformada. El mundo externo es, y siempre ha sido, un reflejo del mundo interior. No es una prisión impuesta por poderes externos, sino la proyección de aquello que el alma ha sostenido como cierto. Por eso, no hay reforma verdadera del mundo que no comience con la reforma del pensamiento. Cambiar las leyes, los gobiernos, las condiciones, sin cambiar el estado interior del hombre, es barrer el suelo sin cerrar la ventana por donde entra el polvo. 

La Nueva Jerusalén es el símbolo perfecto del mundo regenerado por la Conciencia despierta. Es el fruto visible del Pensamiento santificado, y no llega con esfuerzo, sino con visión. No se construye con ladrillos,  sino con imágenes sentidas. No se conquista con guerras sino con la paz establecida en el Yo Soy.

Cada vez que el hombre eleva su concepto de sí mismo y se niega a regresar al estado anterior, comienza a ver un Cielo nuevo. Sus creencias se transfiguran. Sus valores se purifican. Su Identidad se enciende con la Luz del Ser eterno. Y entonces, sin darse cuenta, el mundo comienza a reflejar ese nuevo orden, porque el Cielo representa el mundo de las causas, el pensamiento, y la Tierra representa el mundo de los efectos, la experiencia.

Cuando cambias el Cielo en ti, la Tierra a tu alrededor se renueva. Las personas ya no te tratan igual, porque tú ya no te tratas igual. Las oportunidades que antes se ocultaban, aparecen, no porque han sido creadas en ese instante, sino porque siempre estuvieron allí, esperando que te elevaras al estado en el que podían rebelarse. La Conciencia humana es el Arquitecto eterno. Y Jerusalén, el símbolo de la perfección espiritual, manifestada en lo físico, no desciende a los caídos, es revelada a los despiertos. Porque sólo el alma que ha reformado su pensamiento puede habitar esa ciudad y no porque haya ganado mérito, sino porque ya vibra en su frecuencia.

He dicho antes, y lo repito con toda claridad, no esperes que el mundo cambie si tú no cambias. El mundo es el eco de tu Ser, es el velo que proyecta tu estado dominante. No importa cuán corrupto parezca, cuán oscuro o confuso, si tú en tu interior construyes la Jerusalén de la fe, del amor, de la abundancia asumida, entonces, verás descender una Tierra Nueva.

Esa Tierra Nueva puede ser tu hogar restaurado. Puede ser tu cuerpo sanado. Puede ser una relación transformada. Puede ser un país despierto. Puede ser una generación nueva. No importa el tamaño de lo deseado, todo puede ser regenerado si antes has sido reformado en el pensamiento. Por eso, no te ocupes tanto en cambiar lo que ves. Ocúpate en cambiar lo que sostienes como real. 

Si el mundo te muestra escasez, no lo enfrentes, asume tu Abundancia. Si te muestra conflicto, no lo condenes, asume tu Paz. Si te muestra enfermedad, no la combatas, asume tu Plenitud, ésa es la batalla santa, ésa es la cruz que transforma, ésa es la puerta que conduce a la Nueva Jerusalén.

Juan dice también: “El mar ya no existía". El mar, símbolo bíblico de la inestabilidad, del caos de las emociones humanas, del abismo sin forma, ha sido disuelto. No porque el mundo externo haya sido limpiado, sino porque el mundo interno ha sido sosegado.

La mente que ya no se agita por el miedo, que ya no duda de su divinidad, que ya no responde desde la reacción, es la mente que ya no necesita el mar. Ha alcanzado la tierra firme del Yo Soy. Y seguía el texto vi la santa Ciudad, la Nueva Jerusalén, que descendía del Cielo, dispuesta como una esposa ataviada para su marido".

Esa esposa eres tú cuando te unes al estado divino, eres tú cuando te entregas por completo al nuevo Ser, eres tú cuando dejas de visitar la visión y comienzas a habitarla. El marido es el Yo Soy. La esposa es tu alma. La unión es la encarnación. Y la Ciudad es el resultado visible de esa unión perfecta. Una vida en orden, en plenitud, en belleza, en cumplimiento. No porque el mundo haya cambiado mágicamente, sino porque tú ya no eres el mismo, has resucitado, has ascendido. Y ahora, has descendido con gloria, trayendo contigo la Ciudad de la Conciencia elevada. 

No hay distancia entre tú y la Nueva Jerusalén. Solo hay un pensamiento que necesita ser transfigurado. Solo hay un estado que debe ser asumido. Solo hay una Verdad que debes sostener como real, incluso cuando nada lo parezca apoyar. Esa fidelidad es la construcción. Esa fidelidad es la Luz. Esa fidelidad es el cimiento de la Tierra Nueva.

El mundo será nuevo no cuando desaparezca el viejo, sino cuando tú dejes de sostenerlo con tu creencia. El mundo que ves hoy, es el producto del pensamiento colectivo dormido. Pero el mundo que puedes traer es el fruto del pensamiento individual despierto. No necesitas que otros cambien. Basta con que tú despiertes. Y cuando despiertes, verás como Juan. Un Cielo nuevo. Una Tierra nueva. Una Ciudad Santa. Una vida reflejo del Yo Soy que ha sido reconocido, afirmado, amado y sostenido.


El Evangelio de la imaginación. Revelaciones del Cristo interno. Por Neville Goddard. 

Ir al capítulo 12

Ir al capítulo 14