C14. El Evangelio de la Imaginación. Revelaciones del Cristo interno.

El Reino en silencio. La imaginación sin palabras.

Estad quietos y conoced que Yo Soy Dios". Salmo 46, 10

Hay una profundidad en el alma que no se alcanza con palabras. Una altura en la conciencia donde todo verbo se calla, donde la razón se desvanece y solo queda la Presencia Pura del Yo Soy, sostenida en silencio absoluto. Allí no se repiten afirmaciones, no se trazan imágenes mentales con esfuerzo, no se piden milagros. Allí se sabe, se siente, se es

Estad quietos", dice la Escritura. No por debilidad, no por resignación, sino porque en la quietud más profunda se revela el Reino. No el reino del mundo, hecho de ruidos y formas cambiantes, sino el Reino eterno del Ser, donde la imaginación deja de hablar y comienza a crear en su forma más pura el sentir sin palabras. Ese es el secreto más alto del acto creador.

No consiste en decir muchas veces yo soy rico, yo soy sano, yo soy amado", sino en llegar a un estado en el que se realiza en la conciencia de que ya lo es. Es un estado sin lenguaje, donde no se espera, no se interroga, no se fuerza, solo se siente como cierto

La verdadera imaginación no siempre necesita imágenes. Hay momentos en los que lo más poderoso que puedes hacer es estar en silencio con tu deseo y sentir que ya está cumplido, sin nombrarlo, sin describirlo, sin racionalizarlo. En ese nivel, el Verbo se ha hecho carne en el secreto sin haber pasado por el ruido de la mente. 

He enseñado que la imaginación es Dios en acción, pero no es una acción frenética, no es una actividad mental constante. La imaginación más pura es la que fluye sin esfuerzo, la que se sostiene como vibración silenciosa en el pecho, como certeza callada que no necesita demostrarse. Esa es la morada del Reino. En ese silencio creador no hay duda, porque no hay preguntas. No hay miedo, porque no hay reacción. No hay ansiedad, porque no hay espera. Solo hay un saber. Yo Soy. Y con eso basta, porque todo lo demás es añadido.

Cuando entras en ese estado, el mundo pierde su autoridad. Las voces externas se apagan. El tiempo se detiene. Ya no estás deseando algo que no tienes, sino descansando en lo que ya es. Has dejado de ser un hombre buscando a Dios y te has convertido en Dios reconociéndose a sí mismo. Ese es el punto más alto de la ascensión.

No es gritar afirmaciones. No es imaginar escenas con frenesí. Es volverse UNO con la sensación, con el aroma del deseo cumplido, sin siquiera nombrarlo. Es hundirse en esa atmósfera hasta desaparecer como personalidad. Hasta que solo quede la vibración pura, desnuda, sin historia.

La mente dirá que no estás haciendo nada, que deberías visualizar, repetir, moverte. Pero la Verdad te susurra desde dentro: Estad quieto y conoce que Yo Soy Dios". No dice: “Estad quieto y conoce que existe Dios". No espera que Dios actúe, sino que tú, en ese instante sin nombre, ERES Dios. Y desde esa Conciencia todo se crea sin esfuerzo, los muros caen sin manos, las puertas se abren sin llaves, la sanidad brota sin tratamiento, la abundancia fluye sin lucha, porque has entrado en el punto más alto de la Creación, la Conciencia sin palabra.

Este silencio no es pasividad. Es autoridad. Es el trono donde no se necesita proclamar porque todo ya está hecho. Allí no hay lucha por manifestar porque se ha entendido que nada externo puede resistirse a un estado interno completamente asumido.

El Reino en silencio es el fin de toda búsqueda. Es la llegada al Centro del Ser. Es el retorno a ese jardín donde el Verbo ya ha sido sembrado y la confianza es tan absoluta que el alma sólo contempla su fruto con gratitud anticipada.

¿Y cómo llegar a ese estado? No se llega, se recuerda. Ya has estado allí, en sueños, en momentos de revelación, en instantes donde sentiste que todo estaba bien sin saber por qué. Esa fue tu alma hablándote en su lengua original, el silencio cargado de poder. Así, cada día, busca ese lugar. No para hablar, sino para habitar. No para pedir, sino para Ser.

Cierra los ojos, siente el deseo cumplido como un perfume que te rodea. No lo nombres. No lo expliques. Sólo quédate allí. Y mientras más veces entres en esa habitación sin ruido, más pronto el mundo comenzará a reflejarlo. Porque la Realidad no responde a tus palabras, responde a tu vibración. Y la vibración más pura nace en el silencio. Entonces no temas el vacío. No huyas de la quietud. Abandona la necesidad de decir. Y entra en el Reino, en silencio.


El Evangelio de la imaginación. Revelaciones del Cristo interno. Por Neville Goddard. 

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