C8. El Evangelio de la Imaginación. Revelaciones del Cristo interno.
Los milagros, sombras del estado interno.
“Tu fe te ha salvado". Marcos 5:34.
El mundo clama por milagros. El hombre, sumido en la contradicción de su existencia, desea que algo, fuera de la ley que lo gobierna, irrumpa en su vida para transformarla. Pide señales, espera prodigios, sueña con intervenciones divinas que rompan la rigidez de su realidad. Pero los milagros no son rupturas del orden natural, son el reflejo perfecto del estado interno asumido con fe absoluta.
Un milagro no es una excepción. Es la expresión visible de una causa invisible, la Conciencia en movimiento. El hombre que ve cumplido su deseo no ha sido tocado por un capricho divino, ni ha sido elegido por un favor superior. Ha sido, simplemente, fiel a una imagen interna sostenida con sentimiento, claridad y certeza.
Cuando Jesús dijo “Tu fe te ha salvado", no otorgaba mérito a una emoción vacía. No se refería a la esperanza. Hablaba de una convicción profunda, un conocimiento silencioso de que lo deseado ya era real. Esa fe no pedía, no suplicaba, no mendigaba. Esa fe sabía. Y en el acto de saber, de asumir como hecho lo no visto, el milagro surgía como sombra inevitable.
Los milagros, entonces, no son provocados. Son permitidos. Son el eco de un estado. Cada vez que tú entras en una nueva autoimagen, cada vez que sientes como verdadero un estado elevado, aunque nada en tu mundo lo refleje aún, has dado permiso para que lo milagroso ocurra. ¿Y qué es lo milagroso? Es aquello que el mundo considera imposible, pero que para la Conciencia despierta es tan natural como respirar.
El hombre dormido dice “eso no puede pasar". El hombre despierto responde “ya ha pasado dentro de mí", y entonces lo externo no tiene más opción que obedecer. He visto milagros surgir de los labios de quienes no sabían pronunciar una oración. Pero sí sabían sentir una escena con intensidad inquebrantable. He visto cuerpos restaurarse, destinos revertirse, muros caer, puertas abrirse, no por intervención externa, sino porque la conciencia se movió de un estado a otro. Y el universo respondió como sombra fiel. ¿No es eso lo que revela cada página del Evangelio?.
El Maestro no curaba con fórmulas. No hacía rituales. Simplemente despertaba en el otro el recuerdo de lo que ya era. A la mujer del flujo de sangre no le dijo “te he curado". Le dijo “tu fe te ha salvado". Porque esa mujer, antes de tocar su manto, ya había tocado en su interior la escena del ser sano. Ya se había visto libre. Ya había sentido el alivio. Y ese sentimiento fue más fuerte que doce años de dolor. El milagro no fue la curación. El milagro fue la fidelidad de su alma a una nueva imagen de sí misma.
Tú también puedes provocar tales sombras. No necesitas talento especial, ni herencia espiritual, ni maestros, ni templos. Solo necesitas cerrar los ojos al mundo y abrirlos en tu interior. Crear una escena en la que ya seas aquello que deseas ser. Respirarla. Sentirla. Habitarla. Y sostenerla con dulzura y firmeza. Cuando lo hagas, no busques pruebas. No mires con ansiedad. No exijas señales. La Conciencia ya ha creado. La sombra vendrá.
El mundo, tarde o temprano, se ajustará a esa nueva vibración que has elegido como tuya. No puede hacer otra cosa. Porque es Ley. Y si en el camino surgen dudas, si los sentidos te gritan que todo sigue igual, recuerda que esas apariencias no son verdad. Son eco del viejo estado. No luches contra ellas. Solo persiste en tu nuevo Ser. Y cuando menos lo esperes, el milagro será tan común, tan simple, que apenas podrás recordar que una vez fue imposible.
No digas, “necesito un milagro". Di, “Yo Soy el Milagro". Porque lo Eres. Cada vez que cambias tu estado, cambias tu mundo. Cada vez que asumes con fe, transformas la Ley. No rompes la Ley, la cumples en su forma más elevada. Y si alguien te pregunta cómo ocurrió, di como el Maestro: “Tu fe te ha salvado". No tus obras. No tu sufrimiento. No tu espera. Tu fe. Esa fe que no mira el entorno, sino que sabe que lo sentido ya es real. Esa fe que camina como si ya estuviera en el lugar deseado. Esa fe que no pide milagros, los provoca con su Presencia, porque en verdad te digo: Cada milagro es la sombra de un estado interno sostenido con Amor. Nada más. Nada menos. Y eso está al alcance de TODOS.
El Evangelio de la imaginación. Revelaciones del Cristo interno. Por Neville Goddard.
